El antropólogo Antoniu Llort compartirá en Fuertedélica los resultados del ensayo clínico con ibogaína para deshabituación de la metadona cuya Fase II acaba de culminar en el Hospital Sant Joan de Reus. En palabras de Llort, se trata de “un estudio apasionante que podría marcar un antes y un después en el tratamiento de la dependencia a la metadona”.
No te pierdas la intervención de Antoniu en Fuertedélica, el sábado 23 de noviembre a partir de las 15h.
José Carlos Bouso, director científico de ICEERS, sostiene que la ibogaína podría ayudar a mitigar la grave crisis de opioides que asola Norteamérica. ¿Qué opinas?
Considero que la ibogaína representa una tercera opción, dado que el concepto de adicción, tanto en su dimensión cultural como médica, suele percibirse de manera binaria: se es adicto o no. La ibogaína y otras moléculas tienen el potencial de escapar de esta lógica, ofreciendo una oportunidad a personas que se encuentran al límite de sus vidas. La crisis de opioides en Estados Unidos no es únicamente un problema de adicción, sino también de supervivencia, vinculado a la abstinencia de medicamentos que fueron aprobados y recetados en exceso, sin considerar las consecuencias que hoy son tan evidentes.
¿Qué significa una “tercera vía” en este contexto?
Una tercera vía implica una aproximación que no ve la adicción como un estigma o como una mera enfermedad cerebral. Esta perspectiva supera los métodos de tratamiento tradicionales y coercitivos, algo que puede resultar amenazador para ciertos sectores, como la industria farmacéutica y la psiquiatría más conservadora. Sin embargo, es importante reconocer que la adicción al fentanilo, por ejemplo, no siempre se desarrolla bajo las duras condiciones sociales que se presentan en los medios de comunicación. Se trata de un espectro de usos que varía según el contexto social.
¿Crees que es posible superar el paradigma actual en torno a las drogas y su tratamiento?
Creo que la ibogaína y otras sustancias de origen vegetal ofrecen una alternativa aún no legitimada, pero que permite percibir la dependencia de una manera más segura y respetuosa. Estas alternativas podrían garantizar que quienes consumen ciertas sustancias no se enfrenten a riesgos evitables.
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Hace poco hablaba en este mismo medio con un compañero tuyo que estará en Fuertedélica, Rafael Guimaraes, que ha realizado un ensayo clínico, con iboga para gente con dependencia al alcohol. Rafa me comentó que habían desistido de seguir trabajando con la iboga porque el margen de seguridad era muy estrecho, ¿cómo abordasteis vosotros el tema de la seguridad en el estudio de Reus?
El estudio está centrado en buscar la efectividad y la seguridad de la ibogaína y, por tanto, se trabaja con cantidades realmente seguras, hasta un máximo de 600 miligramos. Al ser un estudio que se basa en la eficacia con la mínima dosis, sí que hemos detectado algunas personas que se han acercado a este límite y han sido invitadas a salir del estudio por su seguridad. Esto limita ver otros aspectos con dosis más altas de efectividad de la ibogaína, pero por otro lado, garantiza que todas las personas del estudio eviten cualquier riesgo cardiovascular. Creo que el tema de la seguridad es crucial.
¿Cuál es la diferencia entre la ibogaína y otras sustancias como los hongos psilocybe o la ayahuasca en el tratamiento de las adicciones?
La ibogaína parece ser particularmente eficaz en el tratamiento de conductas adictivas diversas, ya sea alcohol, sexo, o cualquier otra conducta compulsiva. Este efecto diferencial fue observado inicialmente por Howard Lotsof, quien experimentó sus propiedades antiadictivas.
Curiosamente, este efecto no tiene relación con el contexto ritual y religioso de la iboga, que será analizado por Giorgio Samorini en Fuertedélica.
La ibogaína es una molécula aislada, llevada a Occidente y utilizada en un contexto diferente. En nuestro estudio se ha creado un “ritual biomédico” que involucra el acompañamiento de enfermeros, médicos, entrevistas, la ingestión de la cápsula, y el monitoreo constante de las constantes vitales, elementos que configuran un contexto ritual que parece estar funcionando más allá de la acción farmacológica de la molécula.
Hay un efecto inmediato en la ingesta y en la percepción, pero creo que se deberían poner más esfuerzos en estudiar este entorno y contexto, que puede influenciar totalmente la terapéutica de la molécula.
¿Los participantes del estudio han experimentado efectos similares a las experiencias rituales de muerte y renacimiento descritas en contextos tradicionales?
Sí, pero no son equiparables en potencia e intensidad, pero sí se han reportado visiones lúcidas por los ojos cerrados, aparición de figuras humanas alrededor de la cama del hospital, movimientos de los objetos, sensaciones de parecidas a la ingesta de setas o de LSD, ha sido reportado por la mayoría de las personas y en diferentes grados.
¿Qué factores intervienen en la aparición de distintos efectos?
Había dos grupos diferentes. El primero de ellos tomaba 100 miligramos de ibogaína cada semana, mientras el otro grupo tenía una dosis ascendente de 100 hasta 600 miligramos la sexta semana. Resultaba evidente qué persona estaban en un grupo o en el otro. Para quienes estaban experimentadas en el consumo de enteógenos, la dosis les parecía baja. En cambio, personas que nunca habían tomado ningún psicodélico eran reacias a tener experiencias de este tipo o incluso declinaron entrar en este estudio. Los primeros han reportado imaginería análoga a la literatura cultural tradicional.
Cadena de hierro química
¿Ha conseguido la ibogaína el efecto buscado en los pacientes?, ¿han conseguido romper esa “cadena de hierro química” con la metadona?
Los resultados han sido buenos a corto plazo y, un año después, debo decir que no en todas las personas. Ha sido un estudio muy esperanzador y muy luminoso, pero tiene también muchas sombras. Son experiencias en la vida de personas muy diferentes y por tanto no creo que se pueda extrapolar ni generalizar la eficacia a medio y largo plazo de la ibogaína.
¿Qué aprendizajes deja este estudio?
El enfoque actual de la farmacología, basado en el DSM-V, conceptualiza la adicción como una enfermedad cerebral. Sin embargo, etiquetar a las personas con dependencia como criminales o enfermos perpetúa estigmas. Espero que este estudio contribuya a transformar estos estereotipos y a visibilizar alternativas más humanas. Mientras que la metadona se percibe como una “cadena de hierro” difícil de abandonar, la ibogaína ha permitido a los participantes liberarse temporalmente de dicha dependencia, un avance significativo en el tratamiento de la dependencia a opioides.
No te pierdas la intervención de Antoniu en Fuertedélica, el sábado 23 de noviembre a partir de las 15h. Consigue tu entrada con descuento en este enlace.