Fernando Caudevilla, también conocido como Doctor X, participará en Fuertedélica, la Conferencia Psicodélica de Fuerteventura, hablando de una de sus moléculas predilectas, la MDMA, una sustancia que está haciendo el camino de vuelta hacia las consultas de los psicólogos, tras cuatro décadas reinando en las pistas de baile. Hablamos con el Doctor X de la cultura de la MDMA, de las nuevas drogas químicas y de los efectos imprevistos que puede tener la medicalización de los psicodélicos.
Gracias por recibirnos, Fernando. ¿De qué vas a hablarnos en Fuertedélica?
Voy a hablar sobre la cultura de la MDMA, lo cual es un regalazo porque me resulta un poco aburrido hablar de lo que hablo en general: ciencia, estudios y ensayos clínicos, y me parece que la historia cultural de las drogas es tan interesante como la historia o la historia clínica, y creo que le da una perspectiva muy interesante y muy divertida.
MDMA, ¿una droga vintage?
¿Crees que la cultura de la MDMA ahora mismo está viva o empieza a ser una droga vintage para los que ya tenemos cierta edad?
Claro, es difícil separarlo de la propia trayectoria vital de uno, ¿no? Uno diría que es vintage y que es mejor que lo que hay ahora. Pero yo diría que no. Creo que lo que hay ahora, en general, es mejor que lo que había antes… menos el reguetón. Conviene hacer un poco un repaso desde desde los 80 y los 90 hasta la actualidad, donde la cultura sigue viva, pero quizás con otras manifestaciones y otras representaciones sociales distintas a la de la historia de los 90.
Yo también estuve ahí en los 90 y mi sensación es que entonces la diversidad de sustancias a las que teníamos acceso era mucho más reducida. Luego llegó la MDMA como una estrella emergente: apareció, de repente, y lo cambió todo.
No quería entrar en que lo de antes era mejor, pero en este aspecto sí era mejor. Es decir, yo creo que las NPS [nuevas sustancias psicoactivas], hasta el momento, no dejan de ser unos sustitutos legales para una sustancia ilegal, es decir, o bien intentan emular los efectos del cannabis y lo hacen fatal y con mucha toxicidad, o bien de los psicodélicos o de los estimulantes o de la MDMA. Ni las 6-APB ni la mefedrona han demostrado tener el mismo potencial que la MDMA, y, de hecho, la gente, cuando tiene posibilidad de elegir, elige el clásico.
Además, estas NPS pocas veces las usa el usuario sabiendo lo que consume y buscando la experiencia distintiva con un empatógeno, sino que les vienen como adulteraciones de pastillas. El último caso es el de la 4-CMC en Barcelona. Por lo visto, en Sónar han empezado a encontrar adulterantes de éxtasis, pastillas que se venden como MDMA pero que contienen un derivado de la efedrina.
Yo tengo muy buen recuerdo del 2C-B, una de las grandes creaciones de Shulgin, nada que ver con el sucedáneo que se vende ahora bajo el nombre de tusibí.
Claro, esto es como confundir la música techno de los 90 con el reguetón. Es decir, el 2C-B es una molécula concreta, que tiene unos efectos concretos, y eso que se está vendiendo como tusibí o «cocaína rosa» es en realidad una mezcla de ketamina, anfetamina y MDMA, en cualquier proporción, a la que se le echa un colorante rosa. Qué poca cultura puede haber ahí, cuando no es la droga que se busca y además es una mezcla extraña con efectos impredecibles. No tiene ningún sentido, pero bueno, son las consecuencias de las políticas de drogas.
«La tolerancia no es otra cosa
que acostumbrarse a una sustancia»
Decía Anne Shulgin en una de sus últimas entrevistas que el único problema que le veía ella a la MDMA es que desarrolla tolerancia y los efectos que tienes al principio ya no son emulables con el tiempo.
Por un lado sí, pero por otro lado, tampoco hay que pedirle demasiado. Lo que desde la farmacología llamamos tolerancia, no deja de ser «acostumbrarse a», desde un punto de vista psicológico. Es decir, la primera vez que uno va, por ejemplo, a Disneylandia, lo flipa con el Mickey Mouse, pero la cuarta vez hasta se aburre. Lo de la tolerancia suena mucho a cosa neuroquímica, que tampoco se sabe muy bien cómo funciona, pero no deja de ser que cuando uno repite una experiencia, se acaba acostumbrando y a veces aburriendo. A lo mejor es que hay que buscarle otras cosas a la experiencia o simplemente no esperar demasiado.
Una de las noticias probablemente del mes ha sido esta no aprobación, bastante inesperada, por parte de la FDA. ¿Qué lectura podemos hacer de esta noticia?
No la puedo hacer porque no la he leído a fondo. La he leído solamente de forma superficial, y creo que las cosas hay que conocerlas en profundidad. Así pues, no conozco tanto en profundidad el fondo del asunto como para poder opinar.
Además, creo que son cosas distintas: una son las experiencias subjetivas en las personas que las utilizan con fines terapéuticos o con fines de autoconocimiento o de autoexploración, otra son los ensayos y otra cosa muy distinta es el uso recreativo que se le da. Cualquiera de estas tres cosas es justificable por sí misma y que un comité diga una cosa con su razonamiento, pues a lo mejor no invalida el resto.
Precisamente quería preguntarte por esto del uso recreativo y el uso medicinal. ¿Crees que hay una división entre ambos usos?
Por un lado, es así: los límites entre lo recreativo y lo sanador, terapéutico, lo que sienta bien, son difusos. Por otro lado, yo creo que es necesario que en ciencia y en medicina, los medicamentos se utilicen para indicaciones concretas y para enfermedades. Si un antibiótico sirve para la tuberculosis, pues sirve para la tuberculosis. En el plano de la salud mental es todo mucho más amplio y más difuso. La esquizofrenia y la psicosis se tratan con antipsicóticos, y voy a decir desde un punto de vista clínico o médico, pero el rango puede ser mucho más amplio, pues en el caso de los trastornos depresivos, que incluyen desde un trastorno depresivo mayor, en el cual los fármacos tienen su papel, hasta el estrés de la vida diaria, en el cual divertirse puede ser terapéutico. Efectivamente, es un rango mucho más amplio, lo que pasa es que también da pie a que entre cualquier cosa, y eso tampoco me parece adecuado.
En esta zona digamos de sombra o de penumbra difusa entre lo uno y lo otro, por ejemplo, ICEERS hace un par de años sacó un estudio, que lideró José Carlos Bouso, en el que se refería a la ayahuasca como una práctica de autocuidado. ¿Crees que la MDMA también podría entrar en esta categoría?
Supongo. Lo que pasa es que si lo dejas y lo dejamos en el terreno de lo individual y de la experiencia, es válido con ese paradigma. Si queremos darle un matiz más general o más aplicable, hay que buscar escalas objetivas para medir eso, porque entonces vale todo. Por otro lado, es cierto que si lo miramos sólo desde la perspectiva clínica y desde la indicación para el estrés postraumático, pues se están perdiendo cosas.
¿Sigue existiendo un estigma en torno a la MDMA? ¿Cómo se percibe ese estigma en tu trabajo cotidiano como médico especializado en sustancias ilegales?
Hay un estigma con las drogas, y se equipara cualquier consumo no terapéutico de drogas fiscalizadas al horror y la muerte. Esto sigue existiendo, excepto con el cannabis, que la cuestión ha cambiado, pero el uso no terapéutico de sustancias fiscalizadas tiene ya de por sí un estigma. Con respecto al estigma concreto de la MDMA, yo creo que por un lado está la imagen del pastillero, que también está muy devaluada, y que tampoco pasa nada por ser un pastillero. Éste es un estigma que sigue estando ahí. Quizás desde esta cultura psicodélica de lo terapéutico, se puede estigmatizar también el consumo recreativo de la MDMA, lo cual no deja de ser una trampa.
Una de las consecuencias inesperadas, o tal vez esperadas, de la regulación o de la medicalización de la MDMA en concreto es una escandalosa subida de precios respecto a lo que ofrece el mercado negro. Un tratamiento con psilocibina en Australia está ahora mismo a 24.000 dólares, cuando al cultivar tu kit de setas en casa por 30 € tienes cantidad para varios años.
En el caso de las plantas, o de las drogas derivadas de plantas, puede tener algún sentido. Desde esta perspectiva más médica, lo que se busca son los principios activos, y si tú buscas aislar un concentrado de THC con CBD en las mismas proporciones, eso puede tener alguna dificultad técnica, que tampoco justifica los 400 euros del Sativex, pero en el caso de una molécula que tiene una síntesis sencilla, como el GHB, la MDMA o la metanfetamina, por decir tres sustancias que tienen sus indicaciones terapéuticas, no tienen razón de ser esos precios astronómicos. Al ser moléculas que ya han vencido su patente, entonces lo que se hace es sacar la esketamina, que es un isómero. Bueno, pues la gente para los usos recreativos seguirá acudiendo al mercado negro, y los Estados que financian esto, pues pagarán un pastón. Son parte de las reglas del juego, que no son muy lógicas.
Foto: Inma Flores, El País.
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